viernes, 22 de agosto de 2008

Vuelo sin destino

In memoriam a las víctimas del trágico accidente aério del 20 de agosto

17 de agosto


Trabajo. Trabajo. Trabajo y no paro de trabajar. Las últimas vacaciones que tuve fueron ya hace tres años. Maria tenía siete años y Lourdes doce. Mercedes, mi mujer, aún me quería, y cada noche bajaba con ella a la terraza principal del hotel a tomar algo. Después, como dos fugitivos, nos bañábamos desnudos a la luz de la luna, dejando que la sal impregnara nuestros labios. Las niñas se quedaban con mi madre. Decía que esas no eran horas de ir a ningun lado, pero yo se que sus palabras eran rutinarias, no las sentía. La verdad es que las niñas, después de morir mi padre, siempre le han hecho mucha compañía.

18 de agosto

Acabo de llegar del andamio. Creo que durante todo el día mente y cuerpo no han ido acordes ni una sola vez. Mientras mis manos ponían tochos, unos encima de los otros, mi mente soñaba en la playa, en la siesta después de comer, en los masajes de mi mujer, en los besos de mis hijas tumbadas en el césped. Nada de eso. Me hice ilusiones y fuí a ver a Luís, el jefe. Le expliqué todo el rollo de Lanzarote, de que me haría ilusión y tal. Me ha dicho que ni en sueños, que no puede ser.

19 de agosto

A primera hora he ido a la agencia de viages del curro. Le he dicho a Ana, la señorita que me ha atendido, que quería cuatro billetes de avión a Lanzarote y cuatro noches en el mejor hotel que hubiera con plazas libres a pensión completa. Creo que Luís no es nadie para quitarles a María, Lourdes, Mercedes y mi madre, el derecho de disfrutar de unos días de descanso. No. Así que, al llegar a casa le he dicho a Mercedes que cerrara los ojos, a las niñas que dejaran de jugar y vinieran al comedor, y a mi madre que prestara atención. He sacado los billetes del bolsillo, y no me podido estar de besar esas sonrisas.

21 de agosto

Hoy, pienso que debería haber emprendido el vuelo con ellas. Luís fue el primero en llamarme. -Iban dentro?
No pude evitar romper a llorar como un niño. Como un niño recien nacido que aún no sabe que es lo que la vida le depara. Hoy ha sido el día que más he llorado de mi vida. Han volado, y no sé con qué destino.
Todo fue muy rápido. Las besé y las dejé facturando. Cogí el coche y al llegar a casa puse la tele. Congelé en mi retina la columna de humo negro, mientras las palabras de la periodista golpeaban mis oídos. - Siete muertos y decenas de heridos en un accidente aéreo en Barajas. Al parecer, un vuelo de la compañía Spanair con destino a Canarias se ha salido de la pista en el momento del despegue y se ha incendiado.
Corrí desesperado por toda la casa en busca del resguardo de compra de los billetes. Lo agarré, lo arrugué, y pude vislumbrar entre lágrimas el nombre qué no quería encontrar: Spanair.
Miré de nuevo al televisor y llamé automáticamente al teléfono especialmente habilitado para los familiares de las víctimas. Recité, con media voz, los nombres y apellido de las cuatro.
- Han corrido suerte -me dijeron. Suerte. Suerte. Suerte.

Emprendí con el coche el mismo camino que había hecho para volver a casa. Decenas de ambulancias se agolpaban en los aledaños del aeropuerto. Un policía me detuvo. - ¿A dónde se dirige?. - Cuatro familiares iban dentro. - Pase. Derrapé a la entrada de la terminal y no podía creer lo que oía. - Llegan nuevas cifras. La delegación del Gobierno confirma 45 víctimas mortales. Segun diversas fuentes, el avión está incendiado y hecho a pedazos. Los 19 supervivientes están siendo evacuados a los hospitales más cercanos, con heridas graves.
Una psicóloga me dijo a la entrada que mis familiares no se encontraban entre las 45, pero que debía esperar a que acabara el rescate de cuerpos, porqué no se había confirmado cuantos quedaban con vida. - Asientos 21, 23 y 42, 44, grité. -Tranquilo, pase a esta sala.

Me mordía las uñas, me las deboraba mejor dicho. Estaba esperando noticias. Buenas noticias. Quería ver a María, a Lourdes, a Mercedes, a mi madre. Eran lo único que yo tenía. Lo único. ¿Qué iba a hacer sin ellas? A los pocos minutos, una señora se me acercó y se sentó a mi vera. Me pasó la mano por la espalda, y me dijo que lo sentía. En ese momento mil historias pasaron por mi mente. Mil. No sabía a qué se refería. ¿Qué sentía? La señora de enfrente mío echó a llorar abrazada a un hombre. Y yo, miré por última vez en mi cartera los retratos de todas ellas. Me cogí de los pelos y exhalé un gemido de desesperación. 156 muertos, hoy a lo lejos que chillaba una mujer.

Ahora solo me quedan lágrimas en los ojos. Toda mi vida reducida a lágrimas. Yo solo quería que disfrutaran en Lanzarote, y ahora vuelan a un lugar desconocido. Ahora, no me queda nada. Ahora, creo que no merece la pena volver a casa a dormir. Quisiera no despertar una vez se cerraran derrotados mis ojos. Quisiera irme con ellas, las cuatro. Hoy, no puede empezar una nueva vida. Hoy, el azar, la suerte, la mala suerte, me ha arrebatado en un segundo todo lo que más quería en este mundo: María, Lourdes, Mercedes y Joaquina, mi madre.

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