domingo, 16 de octubre de 2011
Ya no te espero
Llegarás, pero más fuerte, dibujándote en el suelo de mi pecho y de mis dedos.Ya eché abajo ayer mis puertas, las ventanas abiertas al fuego.Ya estoy regresando solo, ya he besado cada plomo, ya secuándo, quién y cómo.Ya he liberado a tu patria, hija de una espera larga.Llegarás a casa abierta, y habrá sed en mi garganta.
viernes, 7 de octubre de 2011
Pequeño ejercicio dualista con ataúd a hombros
viernes, 23 de septiembre de 2011
domingo, 11 de septiembre de 2011
Me va la vida en ello
No mentían
-Yo nunca he estado así con nadie. Recuerdo su mirada al decirlo: profunda, limpia, sincera.
- ¿Así cómo?
- Así, acariciándole la mano a alguien, mirándole a los ojos, hablando de todo sin miedo.
Me entraron unas ganas irresistibles de besarla, de cogerla en brazos y tumbarla en el sofá. Ni la besé, ni la cogí, pero no era la primera vez que una conversa acababa en el sofá. Tumbados, abrazados. Ya habíamos pasado otros veranos abrazados, escuchando a Serrat, en bañador, sobre un sofá de terciopelo rojo.
- Dedícame dos canciones y yo te dedico otras dos.
¿Se hacían realidad mis sueños? ¿Tocaba por fin el cielo? Después de tantos meses enamorado de ella, sin contar con su correspondencia, todo parecía volverse de color azul. Cada nota y cada letra parecía tener un significado especial. Con las canciones nos decíamos lo que no nos atrevíamos a decirnos al oído. Remarcábamos algunas palabras entre risas y susurrábamos otras con los ojos cerrados, como si quisiéramos retener por siempre más ese momento en nuestras memorias.
Los pies nos llevaron a la cama, donde creí confirmar mis hipótesis. El silencio dio paso a las ganas. Con deseo se posó sobre de mi y me besó el cuello, la cara entera. Me abrazó con fuerza innata, como si no quisiera perderme nunca. La cogí de los muslos, subí lentamente y, dubitativo, pregunté.
- ¿Puedo seguir subiendo?
- Sí.
Subí, sin pensarlo dos veces, y di de bruces con su culo.
- Oye, tú tienes novio, le advertí.
- ¿Y qué? Solo te estoy besando el cuello.
No me acabó de dejar claro nada. Pero me dejé ir. La claridad nos sorprendió por la ventana y, cansados, los ojos se cerraron, dejando paso a los sueños. ¿Pero acaso no era un sueño todo aquello que estaba pasando?
A la mañana siguiente, al despertarnos, la fuí a besar. ¿Ahora ya somos pareja?, pensé. Ahora ya no tendré que sufrir más, ha llegado la hora de vivir el amor sin pegas, sin reproches, sin excusas, sin nos mayúsculos que no me dejen conciliar el sueño. Me apartó la cara. Los sueños le habían robado la mirada limpia, la mirada profunda y sincera que me había amado la noche anterior. Puso los pies en el suelo, se estampó contra la realidad.
- Yo tengo novio. Esto no ha significado nada.
Negó la mayor y, perplejo, abrí la libreta que había traido. Añadí una dosis más de realidad a la escena e inauguré las páginas cuadriculadas de aquel cuaderno.
"Sus ojos no mentían, anoche. Su cuerpo no mentía, anoche. Demasiado bonito para ser verdad."
Immediatamente cogió la libreta y al leer lo escrito me espetó:
- ¿Eres tonto?
No recuerdo si respondí. Lo que no olvidaré es aquella mirada, llena de cristales rotos. No olvidaré la escarcha posada en sus ojos, ni aquella noche en que, como tantas otras en ese verano, creí tocar el cielo, creí estar viviendo un sueño del que nunca debería haber despertado. Porqué guardo la esperanza humilde de pensar que sus ojos no mentían, que su cuerpo no mentía.
sábado, 10 de septiembre de 2011
domingo, 4 de septiembre de 2011
miércoles, 31 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
Lo que (no) me dice tu boca
Si no te pinto bonita
no es porque yo no te quiera,
que si te pinto igualita
igual son ocho que ochenta,
que contigo nunca
me salen las cuentas.
--
Te mire como te mire,
te veo como te pienso.
¿Quién no te piensa desnuda
bajo la luz oportuna
y tu ropa sobre el lienzo
de la luna?
Ni que te vayas del todo,
ni que te quedes pa siempre,
ni que yo salga y tú entres:
quiero posarme en tu piel
y dejar este clavel
sobre tu vientre.
lunes, 29 de agosto de 2011
Te doy una canción
Cómo gasto papeles recordándote,
cómo me haces hablar en el silencio,
cómo no te me quitas de las ganas
aunque nadie me ve nunca contigo.
Y cómo pasa el tiempo que de pronto son años
sin pasar tú por mí, detenida.
Te doy una canción si abro una puerta
y de las sombras sales tú.
Te doy una canción de madrugada,
cuando más quiero tu luz.
Te doy una canción cuando apareces
el misterio del amor,
y si no lo apareces no me importa:
yo te doy una canción.
Si miro un poco afuera me detengo:
la ciudad se derrumba y yo cantando,
la gente que me odia y que me quiere
no me va a perdonar que me distraiga.
Creen que lo digo todo, que me juego la vida,
porque no te conocen ni te sienten.
Te doy una canción como un disparo,
como un libro, una palabra, una guerrilla:
como doy el amor.
martes, 9 de agosto de 2011
Espejo
un comentario:
"Anónimo dijo...
A veces hay personas que necesitan estar en el centro de todo, algunas simplemente no saben estar solas, otras necesitan sentir constantemente que piensan en ellas... y fíjate tu! una sola persona puede abarcar todos estos ejemplos.Me da pena ver que a la gente le guste jugar con los sentimientos de otras de esta forma tan descarada...venga, a hacerse un vestido con todo lo que se ha perdido.
25 de abril de 2009 15:41"
Ahora, no puedo parar de partirme de la risa y de llorar por la absurdidad que algunos comentarios pueden llegar a alcanzar con el tiempo. Curioso efecto espejo, oiga. Desesperante no entender, aun, nada de nada de nada.
martes, 26 de julio de 2011
Sublevación del 25 de julio de 2011
Me subleva la injusticia. Tan injusta.
Las lágrimas de la vecina y el rostro callado de su hijo, que no entiende porque sus padres son desahuciados de un piso que pagan desde hace dieciséis años. Porque ni siquiera sabe lo que quiere decir la palabra desahucio. Me subleva el policia que propina un porrazo sobre la cabeza del vecino solidario. Vecino, que quizás solo la conocía porque coincidían en el bar, el mercado o, quizás tan solo, bajando la basura. Pero que se planta ante ellos y les dice que por aquí no. Por aquí sí que no. Me subleva el silencio del vecino que se calla, y no dice nada. Me subleva, más si cabe, la palabra mentirosa de una madre a su hija cuándo esta le pregunta qué pasa, que por qué al lado del campo de fútbol dónde juega su hermano hay diez furgonetas repletas de robots. - La gente, hija mía, que se mete en las casas y no las paga.
"Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoveran las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerd con el interés general para impedir la especulación" (Art.47 de la CE 1978)
Me subleva semejante meo en nuestras caras. Me subleva que se rían, cartas magnas en mano, a carcajada limpia de nosotros. Me subleva que la madre no sea capaz de explicarle a su hija que las necesidades vitales -el techo, el hogar-, que los derechos sociales, no se pagan en una sociedad justa, porque hay quién no puede pagarlos y por mil porqués más.
Me subleva, también, que un señor que hasta hace tres días dirigía la patronal de los hospitales privados en Catalunya, diga con la boca bien ancha que las operaciones de mis mayores no son urgentes. Sí, me subleva. Que me digan que las operaciones de prótesis de cadera o de rodilla con la que las personas mayores puedan disfrutar tranquilamente de su vejez no son urgentes. Que me digan que la operación de cataratas de mi abuelo no es urgente. Que pueden esperar. Que pueden seguir recluidos en casa, a la espera de poder ver o caminar. Que se cierren hospitales, se quiten ambulancias, se cierren quirófanos y servicios básicos como las urgencias y que alguien tenga el santo morro de decir que todo eso no afectará a la calidad de la asistencia. Que echen incluso a médicas y enfermeros, y demás personal, a la puta calle, como si fueran prescindibles. Prescindibles son vuestros sueldos, miserables, vuestros lujos, hijos de perra, que jugáis con nuestro derecho más fundamental e inalienable: la vida.
Que jugáis también a dividirnos, desde los despachos y rascacielos, entre autóctonos y estrangeros, malos y buenos, violentos y pacíficos, políticos y apolíticos. Que creéis, ingenuos, que podéis vencer dividiendo, que podéis decapitar movimientos sin cabezas, llenos, llenitos de cuerpos, de manos, de centenares de miles de pies que caminan juntos en asambleas, marchas, manifestaciones, ocupaciones, cooperativas, centros sociales, allí donde más os duele. En la calle, que ya os creíais por siempre vuestra. En los medios de comunicación, cercenando la mordaza y el silencio que imponéis con la censura cotidiana. En la economía de base y de supervivencia, en la política de barrio, vecinal. En todas partes, queriéndolo todo, porque es nuestro. Porque no olvidéis que nos sublevan muchas cosas pero que nos esperanzan muchas otras. Porque tenemos certezas que no nos podréis robar nunca. Certezas de sueños que se harán -que se hacen- realidad, de anécdotas que multiplicadas en todas partes se convierten en categorías, de multitudes activas y pasivas, dispuestas a darlo todo por no dejar perder, y ahora ya por siempre más, una cosa que nunca deberíamos haberos dado. Nuestra dignidad.
Hoy, 25 de julio de 2011, cuándo la policía desahucia a una familia para proteger los privilegios heredados de la dictadura del señor Alberto Viña Tous, consejero nacional de cultura bajo la dictadura franquista. Hoy, cuando la policía agrede y hiere a nuestros vecinos y vecinas. Hoy, cuando creéis haberlo conseguido, nos seguimos reuniendo, seguimos resistiendo desahucios, poniéndonos en huelga y saliendo a la calle. Hoy, como cada día hasta que tomemos lo que es nuestro, debéis de escuchar nuestro grito feroz y mudo. A vosotros, genocidas de mente retorcida y corazón deshabitado, este mensaje. Nos hemos sublevado, vivimos de ahora en adelante en permanente estado de rebeldía.
lunes, 13 de junio de 2011
Carta a la muerte
sábado, 21 de mayo de 2011
Días de Revolución
De pasión.
De ilusión.
De sentimientos inexplicables.
De comprensión multitudinaria,
pero de soledad entre multitudes.
Y entre la inmensidad del cambio
que se aviene irreversiblemente,
dos pensamientos, siempre.
Dos ausencias, dos dolores
incapaces, una vez más,
de caber entre pecho y corazón.
Uno por ti, papa, luchador por excelencia.
Uno por ti, por no poder explicarte todo lo
que está pasando. Por echarte tanto de menos,
tantas veces. Por no entender muchas cosas,
por sentirte tan cerca, tan dentro de mi.
Por oirte cada día: despaiet, impoluto, paciencia
que es la madre de todas las ciencias. Por crecer,
tan lejos y a la vez tan cerca de ti. Por saberte,
en cada paso que doy, en cada puerto, en cada camino.
Un dolor y una pena inescrutables, que se superan
andando. Y a la cabeza, más palabras:
el movimiento, Manu, se demuestra andando.
En esa plaza, faltas tu, pelón. En casa, faltas tu.
En nuestros corazones, nunca, nunca, faltarás.
Seguimos viviendo por ti. Con tu enciclopedia
de la vida: respeto, generosidad, entrega, compromiso,
determinación, aplomo, valentía. Coraje. Maestro.
A bordo. En otro rincón del corazón, sumergido entre
recuerdos infinitos, tú. Ya sabes. Bonito, me está yendo.
Silencio y canciones. Abrazos y sonrisas. Llanto y en el suelo
las piezas, aún, de un corazón destrozado.
Los pasillos llenos de luces encendidas,
habitaciones vacías, amor doloroso, olvido violento.
Sangre en las venas (¡llenitas!), y ausencia segunda,
obligada.
"Que nadie me llame covarde sin saber hasta dónde te quiero".
Y perdona, que entre sin llamar.
Entre esa inquietud abismal, los duros recuerdos.
"Tengo una noche llena de color, ríos dorados tus ojos son".
Una revolución -revuelta, tal vez- que no soy capaz de disfrutar
sin lágrimas en los ojos -del Pas a Dos y del Unicornio Azul-.
Tu, y tambien tu, faltáis en esta plaza.
En estos días de revolución.
De encuentro de multitudes.
De irreversible paso hacia al cambio.
Caminante, no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar, se hace camino, y al echar la vista atrás,
se ve el camino que nunca más se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.