jueves, 27 de diciembre de 2012

Anatomia d'una carícia


Una parcel·la de mà
llepa un tros concret
de pell aliena
i n’explora els cràters.
Esclata el calfred,
s’albira l’abisme
i la por s’esmicola.
En la transmissió concreta
s'hi conjuga un pensament
que amaga un univers
de significats indesxifrables.
Callat, i adormit a la teva boca,
se’n riu el bes, que és diccionari.
I té la clau per abatre
el dic elèctric. 

lunes, 12 de marzo de 2012

Ella y yo


En el sendero de mi vida triste hallé una flor
y apenas su perfume delicioso me embriagó.
Cuando empezaba a percibir su aroma, se esfumó,
y así vive mi alma, triste y sola, así vive mi amor.

Queriendo percibir de aquella rosa su perfume y color
que el lloro triste de mi cruenta vida cegó.
Como la rosa, como el perfume, así era ella;
como lo triste, como una lágrima, así soy yo.

martes, 21 de febrero de 2012

Continuarà

Ens van pegar,
vam aixecar els llibres
i vam cridar que
érem estudiants,
no delinqüents.
Van deixar-nos de pegar.

Ens han pegat,
hem aixecat les flors
i amb la plaça plena
de gom a gom
ens hem pintat
les mans de blanc.
Ens han deixat de pegar.

Ens peguen,
correm, fugim espaordits
i ensangonats
i tornem a aixecar
llibres, mans i flors.
Desbordem els carrers.
Ens deixen de pegar.

Ens pegaran de nou,
segur.
Ens tornarem a deixar?

Continuarà.

lunes, 16 de enero de 2012

¿Fascista? ¡A mucha honra, gracias!

David Fernandez, en el Setmanari Directa, a la muerte de Manuel Fraga Iribarne.

1963. Se hace el silencio y se oye un grito. Alguien grita “¡Fascista!”. Según la crónica de la época de Luis Ramírez en ‘España hoy’: “Fraga se abrió la chaqueta, sacó el pecho y contestó: ¡A mucha honra, gracias!. El dramaturgo José Bergamín no lo contradice: “En mi vida he visto mucha gente con fama de fascista o que quería profesar el fascismo, pero solo he conocido dos de verdad: uno fue José Calvo Sotelo, el otro es Manuel Fraga”.

En Europa lo ven prácticamente igual: “Escuche con atención, amigo: usted es buena persona, tanto que roza la ingenuidad. Monsieur Fraga es un fascista, nació fascista y morirá fascista. Y no obtendrá nada de los gaullistes. Se lo dice uno que ha estado luchando contra el fascismo toda su vida”. Son palabras de Jean de Lipkowski, responsable de Asuntos Exteriores de la UDR francesa. Palabras citadas por Jorge Vestrynge en el libro “Memorias de un Maldito” (1999).
Lo mismo opinaba la familia de Luis Cernuda, el poeta que inmortalizó los versos “recuérdalo tu y recuérdalo a los otros”. Cuando en plena dictadura le pidió al ministro franquista permiso para que el poeta asistiera al entierro de su madre desde el exilio mejicano, Manuel Fraga Iribarne les espetó: “¡Que se quede donde está! ¡Ya tenemos bastantes maricones en España!”. Poco antes, a las mujeres de los mineros en lucha de la cuenca del Nalón de Asturias las tachó, en 1962, de “pollosas”. Habían sido rapadas en la caserna de la Guardia Civil, humilladas y paseadas por las calles de Langreo y reiteradamente golpeadas.

De Palomares a Ruano
En 1966, el ministro estrella de Franco (1962-1969) remojó sus genitales nucleares en Palomares, después que un B-52 norteamericano perdiera cinco bombas de hidrógeno cerca de Almería. En bañador, ‘inasequible al desaliento’, anunció a los cuatro vientos que no había pasado nada. Sin embargo, Palomares se convirtió en el accidente nuclear más grave que jamás ha sucedido en el Estado español: el 29% de la población resultó contaminada por plutonio. Como contaminada de mentiras fue, en 1969, la muerte en comisaría del joven estudiante Enrique Ruano, que inspiró la canción “Què volen aquesta gent?” (¿Qué quiere esta gente?), que popularizó la catalana Maria del Mar Bonet. Fraga vigiló de cerca la campaña de prensa impulsada por ABC –a través del periodista-policía Alfredo Semprún- para presentar la muerte como un suicidio. El ministro llamó personalmente al padre del estudiante muerto, lo amenazó y le dijo que abandonara toda protesta: le recordó que tenía otra hija de la que preocuparse. Sabido es que la diferencia entre mafia y fascismo es, precisamente, que no la hay. Ese mismo año, Fraga fue el encargado de dirigir la campaña del régimen “25 años de paz” y seis años después, el 24 de enero de 1969, se encargó de anunciar el estado de excepción que llenó las cárceles de luchadores obreros.

De Granados y Delgado a Puig Antich, currículum de muerte
Fraga está también, según todas las investigaciones, detrás de la decisión de ejecutar a los anarquistas Francisco Granados y Joaquín Delgado, asesinados por garrote vil tras un juicio de pantomima, el 1963. Un crimen que Fraga justificó por radio y televisión. Con palabras quizás no tan exactas como las que tuvo que escuchar un reportero de Reuters, el 20 de mayo de 1974 en Londres. El periodista requería a Fraga, nombrado embajador en el Reino Unido en 1973, con qué legitimidad se constituiría el nuevo gobierno. Siempre torrencial, insensato contestó: “¡Con la legitimidad de las metralletas!”. Antes, en febrero de 1974, Fraga ya había recibido al director de una revista: “Usted no ha venido a verme; ha venido a interceder por Puig Antich”. Obviamente Fraga no movió un dedo. En 1975, tampoco le tembló el pulso ni la voz cuando un grupo de oposición le pidió en la embajada londinense que intercediera por los que serían los últimos fusilados del franquismo, militantes de ETA y del FRAP. El diálogo habla por si solo:
- Usted, como catedrático, ¿estará en contra de la pena de muerte?
- A cierta gente, yo no la fusilaba. Se la tendría que colgar por los cojones –respondió Fraga.

Máximo responsable de la matanza de Gasteiz
El 3 de marzo de 1976, ya nombrado ministro de Gobernación en el ejecutivo protofranquista de Arias Navarro, comandó personalmente la represión al movimiento obrero autónomo de Gasteiz, que provocó la muerte de cinco trabajadores en el ataque policial a la Iglesia de Zaramaga, mientras se celebraba una asamblea abierta. Fraga, el ministro más activo de Franco, fue quien ordenó abrir fuego real, quien popularizó entonces la desafortunada expresión “la calle es mía” y quien manipuló el relato de hechos. Fraga teorizó que “la responsabilidad íntegra es de los que continúan sacando la gente a la calle”, pero la propagandística visita en el hospital a uno de los heridos no le salió todo lo bien que esperaba. “¿A qué vienes?, ¿a rematarlos?” le preguntó la hija de un herido. Otro familiar le cerró la puerta en los morros. “Fascista”, le chillaron, “hijo de puta”.

Gritos que aun resonaban el 2006, con motivo del trigésimo aniversario de los asesinatos impunes de Gasteiz. Fue entonces cuando Lluis Llach –que compuso ‘Campanades a mort’ en tributo- declaró: “todos sabemos que aquello fue un acto de terrorismo de Estado, ejecutado por responsables ministeriales aún vivos, todos lo sabemos perfectamente; (…) para nosotros nunca habrá transición hasta que se pida perdón a las víctimas de Gasteiz; los perseguirán nuestras memorias por siempre más”.

Ni antes ni después ni durante Fraga retrocede. Solo tres días después de la matanza, en rueda de prensa, Fraga levanta el brazo y escupe: “El que no haya aprendido la lección de Vitoria, el verá lo que hace (…) el que quiera plantear la lucha, la tendrá. Con todas sus consecuencias. ¡Dejémonos de pamplinas!”, bramó. Y se dejó de pamplinas solo dos meses después: el 9 de mayo, en Navarra. Reincidente en la violencia estatal, llegan los muertos de Montejurra, el intento franquista –con Fraga urdiendo la trama de ultraderecha en conexión con los servicios secretos- para labrar la cultura del terror y desactivar los anhelos del cambio político y social que se fraguaban en el carlismo autogestionario. De esa época es otra cita bíblica de Fraga Iribarne: “el mejor terrorista, el terrorista muerto”. Hipócrita, el 1983 Fraga ficha a Rodolfo Eduardo Almirón, ultra de la siniestra Triple A argentina, como jefe de seguridad de Alianza Popular (AP). Nada raro: en 1964 Fraga se dirigía por carta a Otto Skorzeny, miembro de las Wafen-SS residente en Pollença (Mallorca) y directamente vinculado a la red Odessa de huida de antiguos dirigentes nazis.

De Pinochet a Guatemala pasando por Banzer
Franquista resistente, fundador de AP y del Partido Popular y a su vez ‘padre de la constitución’, el tiempo mediocre de la farsa de la transición y el camuflaje de la reconversión no arreglaron nada. Franquista de cabo a rabo, el 1986 propone una ‘marcha sobre Gasteiz’, al estilo de Mussolini y su marcha sobre Roma, para forzar un golpe de Estado. El 1999 dice a los militares guatemaltecos responsables de 34 años de genocidio: “Teniente Fraga a las órdenes de todos ustedes. En España desde 1936 hasta la muerte del Generalísimo transcurrió una transición social muy importante: la larga paz”. En el 2000 visitó al exdictador boliviano Hugo Banzer y a la salida declara: “Me honora mantener una vieja amistad con el General, porque le tengo admiración”. Tres días después defendía a Pinochet públicamente.
Siempre abiertamente opuesto al esclarecimiento del caso GAL, en el 2002, en un documental sobre la guerra sucia en el País Vasco, calificó como “movimiento de autodefensa” el terrorismo de Estado con conexión de ultraderecha (Batallón Vasco Español, ANE, ATE) de la transición política española y añadió, enigmáticamente, que “volverían a producirse en los próximos tiempos”. Cuatro años después, en una entrevista en ‘El País’ el 30 de abril de 2006 afirma no arrepentirse para nada del fusilamiento de Julián Grimau. Fraga fue el encargado de anunciar la ejecución, firmó personalmente la condena –Franco lo requirió a todos los ministros- y tachó al dirigente comunista del PCE como “ese caballerete”. De la cultura catalana ya había dicho, en 1968, “Cataluña… la ocupamos en 1939 y estamos dispuestos a ocuparla tantas veces como sea necesario”.

La Galicia caciquil
No cabe todo el olvido condensado en una pieza. Impulsor de la Galicia más caciquil y regionalista, fue quien designó a Aznar como sucesor, y quien aduló a los golpistas del 23-F (“personas llenas de buena voluntad”). Constructor un sistema férreo de censura desde la Xunta de Galicia, urdidor la corrupción en el voto de los inmigrantes gallegos dispersados por el mundo, minimizador del holocausto nazi, feroz con el feminismo, comprador de doctorados honoris causa en universidades de países pobres, numerosas biografías –alguna inmediatamente retirada por las falsedades que incorporaba- han probado de maquillar su pasado y su presente, incluso el desastre del Prestige que arruinó la costa da morte galega. Autopresentándose como el tercer grande del conservadurismo español eterno: Cánovas, Jovellanos y él. La historia concreta, sin embargo, desbroza la crónica de un personaje que se convirtió en el último gobernante fascista de Europa. Así le categoriza el periodista gallego Gustavo Luca de Tena, autor del lúcido “Retrato de un fascista”, publicado en 2002 por Kalegorria.

Argentina investiga hoy
Tiempo a contratiempo, este mismo enero, la justicia argentina a través de la magistrada María Servini reactiva las investigaciones sobre los crímenes del franquismo. Solicitaba al ejecutivo español los nombres de los ministros y jefes de las fuerzas represivas entre 1936 y 1977. El Estado aun no ha contestado, pero apelando a los principios de justicia universal la Comisión de Recuperación da Memoria Histórica da Coruña libró por voluntad propia los datos referidos a Manuel Fraga. En la documentación facilitada, sintetizan que “Manuel Fraga tendría que formar parte de la causa que la jueza Merini tiene abierta en Argentina para investigar los crímenes del franquismo, ya que desde el Consejo de Ministros fue partícipe y cómplice de toda la política represiva: fusilamientos, encarcelamientos, campos de concentración, despidos, exilio, Tribunal de Orden Público, graves violaciones de los derechos humanos, expedientes a periodistas, cierre de medios y asesinato de trabajadores”.

Todo está escrito en las paredes e inscrito en los dolores acumulados. Cruel rigor de impunidad, cuando se hurga, la memoria siempre quema. Quizás hoy, por eso, resuenan tanto, como nunca antes, los versos que Mario Benedetti dedicó a Ronald Reagan a su muerte. Y que concurren hoy, puntualmente y a la cita de la justicia, no a la memoria de Fraga Iribarne, sino a la memoria de todas sus víctimas. Negadas. Silenciadas. Olvidadas. Tres veces asesinadas ya: por órdenes de Fraga, por la transición de la amnesia y por el olvido de la presunta democracia. En el 2000, el Estado que retribuía a Fraga como senador negó que los asesinatos de Gasteiz fueran víctimas del terrorismo. De Estado.

‘Recuérdalo tu y recuérdalo a otros’, escribía Cernuda. Un país con memoria, incluso un país normal, no recordaría hoy con loas, cánticos y elogios el nombre sinistro del verdugo, que es a su vez presidente honorífico del PP, padre constitucional e incontinente defensor de la “legitimidad de las metralletas” que ganó la transición. “Fraga, pasión por la libertad”, ha dicho Mariano Rajoy: asco. Un país con mínima memoria vindicaría otros nombres. ¡Tantos! Para empezar, el de los cinco obreros asesinados impunemente en Gasteiz, para empezar: Pedro María Martínez Ocio, Francisco Aznar Clemente, Romualdo Barroso Chaparro, José Castillo i Bienvenido Pereda. Alternativa memoria contra el fraude de la historia oficial, todos ellos vuelven hoy para quedarse.

Para recordarnos, desde la dignidad de los vencidos, que mientra Fraga muere en su cama, ellos viven y perviven aun. Hoy, más que nunca. Y ahora mismo, contra el horror del olvido, la desvergüenza de la hipocresía y la crueldad de la impunidad. Con Walter Benjamin chillando contra el viento: “mientras ellos sigan ganando, ni los muertos se salvaran”. Y con los versos del poeta catalán Joan Brossa –Final!- del 20 de noviembre de 1975 resonando por todas partes: “Havies d’haver fet una altra fi/ et mereixies, hipòcrita, un mur a/ un altre clos. La teva dictadura, / la teva puta vida d’assassí, / quin incendi de sang! Podrit botxí…” (Tendrías que haber tenido otro fin / te merecías, hipócrita, un muro en / otro cercado. Tu dictadura, / tu puta vida de asesino, / ¡qué incendio de sangre! Podrido verdugo…)