sábado, 23 de junio de 2007

¿Dónde está el niño de diez años?

Hoy en el metro, en uno de esos viajes eternos hacía el Goethe Institut (donde estudio segundo curso de alemán), en la parada de Tetuán ha subido un niño que tendría 10 años debidamente acompañado de su madre. No sé si tan debidamente, iba acompañado de un móbil de última tecnología, de esos que llevan mp3, internet, y que si les pides una hamburguesa con doble de queso te la hace. Entonces yo he pensado. He pensado para que coño quiere un móvil, un reproductor de mp3, un todo eso, un niño de 10 años. Y la respuesta me la ha dado el gesto que el niño ha tenido hacia su madre, cuando le ha preguntado que tal le había ido el colegio. El niño ha respondido con un gesto de desprecio y ha seguido con los ojos fijados en la pantalla y con las orejas centradas en sus auriculares. Entonces he sabido para que le servían sus aparatos: para alienarse. Para alienarse del mundo que le toca descubrir, para alienarse de la vida que tiene que, ahora, empezar a experimentar, para alejarse de su madre, para vivir otra realidad diferente a la suya.La madre, en respuesta al gesto del niño, le ha quitado el megamóbil. Entonces yo he pensado. He pensado para que coño le regaló usted un móvil a su hijo. Y la respuesta me la ha dado la sociedad que nos rodea, cuando he visto el anuncio que colgaba de la pared en uno de los paneles del metro, que decía lo siguiente:La música te hace hablar. Nokia 5300. Todo debidamente acompañado de una imagen de una chica guapa y rubia (sí, sé que parece imposible), con un fondo de vegetación verde.¡Oh! Divina hipocresía del sistema que nos rodea, que nos absorbe, y que no tiene verguenza. Qué empieza por los más pequeños, al fín y al cabo son las víctimas más débiles, y hay qué empezar a trabajarlas, a cambiar el chip de amistad y convivencia, al de alienación y consumo impulsivo; y qué sigue con toda la población.Estas cosas llevan a pensar, (en el poco camino que me quedaba ya hasta el Goethe), en el mundo en el qué vivimos, y en el entorno que nos rodea, diseñado y pensado para crear máquinas de consumir. Sin más he entrado en el instituto y he sentenciado: HALLO! Todo el mundo pensó que era un saludo, pero no, era un grito a la humanidad, prisionera y esclava.Hasta más ver!
Post Scriptum: la chica del anuncio tenía los ojos azules (SÍ, sé que parece imposible).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Manuel Simarro:

después de leer este relato, he podido comprobar, que da mucho que pensar...
Que cosas tan pequeñas como esta poco a poco van construyendo nuestra sociedad consumista.
Y que pequeños actos de rebeldia, como el simple hecho de hacer un blog para publicar sus ideales, hacen razonar a mucha gente.
Gracias por abrirnos los ojos.

Atentamente, Raquel.