Cuando la rabia no me deja hablar,
y deshojo las flores de lava que pueblan mi estómago,
quisiera azorar mis labios violentos abiertos,
y agitarlos en su rostro siempre perfecto.
Morderle con el alma los poros,
Y decirle sin temor los que pienso, lo que siento,
Las letras amargas que apuñalan mis noches,
Es lo que quiero, aparte de poderla querer
Sin más miedo que la vida y sus quehaceres.
Donde se pierdan las aceras por las noches,
No me importa.
Donde bailen sus tacones por las tardes,
Con quien lo hagan, como lo hagan,
Si me importa.
¿Y soy por eso un criminal?
No, perdón. ¿Soy por eso un ser absurdo,
Ridículo y digno de ser rebatido con su suspiro?
Eterna, eterna la rabia que puebla paredes ahí dentro.
Morirá algún día su escondrijo
y habrá de hallar Un lugar dónde podrirse
y agonizar como el fuego hecho humo, cenizas.
Mientras sigo lamiendo el gusto amargo de mis ideas,
Mientras frunzo las pieles que habitan mis dedos,
Mientras hacen claque los puños en el colchón,
Te quiero, te espero, te lleno en los sueños de agua.
1 comentario:
Un día...
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