En el mundo a parte de plantas, hay animales. Uno de ellos es el ser humano. Aún recuerdo que en quinto de primaria lo estudié. El ser humano se alimenta, se reproduce y se relaciona. Pues bien, cuando éste establece relación con otro lo puede hacer a distintos niveles. Uno de ellos es el de querer al otro ser, el intentar ser algo más que animales que se mueven por instinto y basar la relación humana en el aprecio, en el respeto, en el cariño, en la confianza e incluso en el amor; valores reservados solo para el humano. Estos valores pueden ir también a más, menguar, faltar alguno o desaparecer. Aquí aparece el miedo. El miedo a que la relación, que puede ser importante o no, se desvanezca y pase a ser prescindible. Eso pasa cuando hábitos que se habían consolidado como ritos simbólicos, pequeñas muestras de amor, desaparecen, y aparece el miedo antes nombrado: el miedo a la pérdida de un ser, que aunque puede haberte hecho daño, no deja de ser imprescindible porque el vínculo que con éste has forjado durante un periodo de tiempo determinado es ya inseparable. Y hay miedo porque el vínculo es emocional, no necesariamente físico, y por tanto puede darse el caso de la separación humana.
El trato científico de esta explicación se debe ni más ni menos al trato programático que algunos pretenden dar a relaciones humanas, que deberían basarse de vez en cuando en los sentimientos de los seres, y no tanto en el raciocinio de los mismos.
El trato científico de esta explicación se debe ni más ni menos al trato programático que algunos pretenden dar a relaciones humanas, que deberían basarse de vez en cuando en los sentimientos de los seres, y no tanto en el raciocinio de los mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario