domingo, 15 de febrero de 2009

A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Antonio Machado

sábado, 14 de febrero de 2009

Soy

Bárbaro el estruendo que decora mis interiores:
portazos, gritos, preguntas, ruido.
Deshojada la calma, no hallo más que aceras.
Tabernas, jarras y en ellas su fondo de espuma.
Sonidos en la mente, realidades confusas.
Inconsciente, peleado, se aclaran mis dudas.

Soy el semen de un soltero,
la mierda de sus zapatos,
el recuerdo de un te quiero,
la mirada de un retrato.
Soy la esquina donde espero
el proyecto fracasado,
soy lo nunca placentero,
la esperanza que me has dado.
Soy feroz, cautivo, sumiso,
soy la calma de tus ojos,
el baile de tu cintura,
la sonrisa del pecado,
el bostezo de la luna.
Soy las gotas de los charcos,
el polvo de los desiertos,
soy el rumbo de los barcos,
soy la vida de los muertos.
Soy los días de febrero,
la rabia del olvidado,
la barba del marinero,
el gusto de un asqueado.
Soy atroz, pensativo, preciso.
Soy litera de tu antojo,
aliento de tu andadura,
soy el sol que has inquietado,
soy el llanto de la cuna.
Soy quien no soy:
conmovido, asustado,
atrevido, acabado.
Soy porque tú eres:
entregado, encogido,
acallado, sumergido.
Soy el dolor del aguacero,
el suspiro de un adiós,
la maleta de un vencido,
el vacío de un cajón.
Soy el cero de la izquierda,
la elegancia del sudor,
el defecto de las cosas,
la injusticia del amor.
Soy las rallas del asfalto,
la bala en una batalla,
soy verdugo en una guerra,
soy el hombre que se calla.
Soy la contrarrevolución,
el compás de la trinchera,
soy la grande acordeón
que ameniza tus esperas.
Soy blasfemia de un ayer,
soy derrota en un futuro,
soy el muelle de un somier,
la causa de tus apuros.
Negado, jamás amado.
Absurdo, jamás pensado.
Pequeño, casi nunca habituado
al rozar de su mejilla,
de su labio con el mío.
Soy un poro desalado,
la violencia de una astilla,
soy la calma de un tirado,
soy mi propio desvarío.
Me apoyo en un coche viejo lleno de polvo, y silbando diluyo la lascivia. Recibo mientras empiezo a tatarear, tu mensaje que confirma lo que me temía: aun no has aprendido a no hacerte de rogar. Escupo y me adentro en un bar cuya barra está poblada por solitarios hombres con la mirada perdida. Tras evitar encontrarla, pido un cortado y me siento de cara a la boca del metro. Sumo a las demás miradas la mía, y cuando apareces ésta se centra. Me levanto y te silbo, para que vengas a contarme todo eso que me tengas que contar. Has cambiado. Esa es mi primera impresión, y me satisface la verdad.

martes, 10 de febrero de 2009